María Granata, cuya contribución a la poesía rioplatense la llevó a un lugar de privilegio en una generación de valores auténticos y perdurables, irrumpió en la novelística con un primer volumen que causó sensación. Los viernes de la eternidad, su primera novela, mereció el Premio Emecé 1970, además de la sugestiva coincidencia de la crítica en valorarla y de los lectores, que han ido agotando edición tras edición. Los tumultos, su segunda novela, ofrece la visión compleja de su clan multitudinario en vísperas de su disgregación. Y como agonía es lucha, se da en ella la pasión de los tumultos, de las rebeldías que la conforman, con todo lo que implica. Situaciones y personajes imprevisibles plasmados en la lógica y en el absurdo que nutren las sediciones, en lo aventurado de lo que quiere persistir y de lo que quiere dejar de ser, se suceden sobre la urdimbre de esta novela que por momentos posee acentos caóticos y los contornos con que el humor define, en última instancia, el acaecer humano. Todo ello envuelto en la belleza de un lenguaje que encuentra en María Granata su expresión más estrictamente poética.\nAl igual que Los viernes de la eternidad, esta novela debe situarse en el realismo mágico, común denominador de lo más auténtico y mejor de la novelística latinoamericana. En la casa-pueblo de la protagonista se dan los gérmenes de la tierra y de los mitos, componiendo una fisonomía que lucha por fijarse.\nBuen estado en gral.
María Granata, cuya contribución a la poesía rioplatense la llevó a un lugar de privilegio en una generación de valores auténticos y perdurables, irrumpió en la novelística con un primer volumen que causó sensación. Los viernes de la eternidad, su primera novela, mereció el Premio Emecé 1970, además de la sugestiva coincidencia de la crítica en valorarla y de los lectores, que han ido agotando edición tras edición. Los tumultos, su segunda novela, ofrece la visión compleja de su clan multitudinario en vísperas de su disgregación. Y como agonía es lucha, se da en ella la pasión de los tumultos, de las rebeldías que la conforman, con todo lo que implica. Situaciones y personajes imprevisibles plasmados en la lógica y en el absurdo que nutren las sediciones, en lo aventurado de lo que quiere persistir y de lo que quiere dejar de ser, se suceden sobre la urdimbre de esta novela que por momentos posee acentos caóticos y los contornos con que el humor define, en última instancia, el acaecer humano. Todo ello envuelto en la belleza de un lenguaje que encuentra en María Granata su expresión más estrictamente poética.\nAl igual que Los viernes de la eternidad, esta novela debe situarse en el realismo mágico, común denominador de lo más auténtico y mejor de la novelística latinoamericana. En la casa-pueblo de la protagonista se dan los gérmenes de la tierra y de los mitos, componiendo una fisonomía que lucha por fijarse.\nBuen estado en gral.