En toda la historia del cine, ningún galán encarnó mejor la imagen del seductor de mujeres que Rodolfo Valentino. Sin embargo, nadie como él —mito de una época desenfrenada y contradictoria de !a vida americana, en la que el feminismo sufragista, la homosexualidad, el gangsterismo y la moral puritana convivían—, fue tan explotado al servicio de intereses económicos, políticos y personales. Empujado a la leyenda y a la muerte de forma implacable, Valentino no supo asumir su propia condición de nombre, al no comprender los crueles mecanismos de una sociedad empeñada en hacer del mundo su imperio, presentándolo como símbolo de una virilidad que, tal vez, no sentía como propia. Incluso su muerte fue el espectáculo morboso apropiado para salvaguardar la imagen de su mito y las inversiones económicas de la productora cinematográfica United Artists.
En toda la historia del cine, ningún galán encarnó mejor la imagen del seductor de mujeres que Rodolfo Valentino. Sin embargo, nadie como él —mito de una época desenfrenada y contradictoria de !a vida americana, en la que el feminismo sufragista, la homosexualidad, el gangsterismo y la moral puritana convivían—, fue tan explotado al servicio de intereses económicos, políticos y personales. Empujado a la leyenda y a la muerte de forma implacable, Valentino no supo asumir su propia condición de nombre, al no comprender los crueles mecanismos de una sociedad empeñada en hacer del mundo su imperio, presentándolo como símbolo de una virilidad que, tal vez, no sentía como propia. Incluso su muerte fue el espectáculo morboso apropiado para salvaguardar la imagen de su mito y las inversiones económicas de la productora cinematográfica United Artists.