Eduardo Mallea ha escrito que la novela "no es en puridad un género sino un mundo". De allí que sus relatos trasciendan lo anecdótico y hagan del suceder un trasunto simbólico del vivir de nuestro país. La novela de Mallea se vuelve así el espacio privilegiado para que se manifieste esa pasión como él mismo la definió por ahondar e indagar esa gran presencia, inmediata y a la vez infinitamente sorpresiva y enigmática, que es nuestro propio ámbito. Gabriel Andaral, el ágil y lúcido alter ego de Eduardo Mallea, escribe que "la novela no nace de unos hechos. La novela sale de la reflexión sobre los hechos. De Dostojewsky a Henry James, de Fielding a Stevenson, lo que se intenta narrar es el contenido sobrehumano de unos hechos humanos. Esa debe ser la meta de toda novela mayor. Con 'sobrehumano' quiero decir las referencias claves a un dominio de revelaciones elocuentes y terribles, o titubeantes y felices, sobre los actos aparentemente más comunes". Tales palabras explican el alcance de la misión emprendida por Eduardo Mallea en cada uno de sus textos y en especial en Las Aguilas, novela que se sitúa en la tradición de la saga y en la cual una tragedia imaginaria se desarrolla en primer plano, en el espacio simbólico de una vieja casa de campo por la que han pasado tres generaciones de una familia. La pasión de interrogarnos, de sabernos, alcanza en este relato una intensidad extraordinaria.
Eduardo Mallea ha escrito que la novela "no es en puridad un género sino un mundo". De allí que sus relatos trasciendan lo anecdótico y hagan del suceder un trasunto simbólico del vivir de nuestro país. La novela de Mallea se vuelve así el espacio privilegiado para que se manifieste esa pasión como él mismo la definió por ahondar e indagar esa gran presencia, inmediata y a la vez infinitamente sorpresiva y enigmática, que es nuestro propio ámbito. Gabriel Andaral, el ágil y lúcido alter ego de Eduardo Mallea, escribe que "la novela no nace de unos hechos. La novela sale de la reflexión sobre los hechos. De Dostojewsky a Henry James, de Fielding a Stevenson, lo que se intenta narrar es el contenido sobrehumano de unos hechos humanos. Esa debe ser la meta de toda novela mayor. Con 'sobrehumano' quiero decir las referencias claves a un dominio de revelaciones elocuentes y terribles, o titubeantes y felices, sobre los actos aparentemente más comunes". Tales palabras explican el alcance de la misión emprendida por Eduardo Mallea en cada uno de sus textos y en especial en Las Aguilas, novela que se sitúa en la tradición de la saga y en la cual una tragedia imaginaria se desarrolla en primer plano, en el espacio simbólico de una vieja casa de campo por la que han pasado tres generaciones de una familia. La pasión de interrogarnos, de sabernos, alcanza en este relato una intensidad extraordinaria.