El refinamiento del estilo literario de Virginia Woolf, la sutil agudeza con que ahondó en el alma de sus personajes, nunca le hicieron volver la espalda a los males y problemas sociales de nuestro tiempo. A mediados de la década del 30, un personaje sin duda importante- escribe a Virginia Woolf una carta. Se dirige a ella como a una representante de las mujeres inglesas para pedirle su contribución ante la amenaza de un riesgo inminente: la guerra. La guerra es la abominación, el peor de los males para Virginia Woolf. Y para ella tampoco es mal que pueda pasarse por alto la situacion de la mujer en su momento. Virginia Woolf contesta el pedido con tres largas cartas, tres vibrantes ensayos, tres guineas (como los llamará modestamente) que serán su contribución. Con profundidad, con vasta erudición sobre las costumbres, instituciones, organizaciones sociales de Inglaterra, con brío que a veces llega a la indignación, Virginia Woolf denuncia una y otra vez:\n"¿Qué influencia real podemos hacer pesar sobre el derecho o los negocios, la religión o la política, nosotras, para quienes están cerradas todavía, o a lo sumo entornadas, tantas puertas?... parece que nuestra influencia debe detenerse en la superficie."\nVirginia Woolf pasa revista a la vana pomposidad de que muchas veces se reviste el excluyente mundo masculino, evoca la obra de mujeres que ya han iniciado la lucha en su país, se dirige a las de su contorno inmediato para instarlas a que abran de par en par las puertas entornadas.\nNi hombres ni mujeres pudieron impedir la guerra que precipitó el fin de Virginia Woolf. Queda de ella este intento, este testimonio de valentia y de hondo conocimiento de su mundo.
El refinamiento del estilo literario de Virginia Woolf, la sutil agudeza con que ahondó en el alma de sus personajes, nunca le hicieron volver la espalda a los males y problemas sociales de nuestro tiempo. A mediados de la década del 30, un personaje sin duda importante- escribe a Virginia Woolf una carta. Se dirige a ella como a una representante de las mujeres inglesas para pedirle su contribución ante la amenaza de un riesgo inminente: la guerra. La guerra es la abominación, el peor de los males para Virginia Woolf. Y para ella tampoco es mal que pueda pasarse por alto la situacion de la mujer en su momento. Virginia Woolf contesta el pedido con tres largas cartas, tres vibrantes ensayos, tres guineas (como los llamará modestamente) que serán su contribución. Con profundidad, con vasta erudición sobre las costumbres, instituciones, organizaciones sociales de Inglaterra, con brío que a veces llega a la indignación, Virginia Woolf denuncia una y otra vez:\n"¿Qué influencia real podemos hacer pesar sobre el derecho o los negocios, la religión o la política, nosotras, para quienes están cerradas todavía, o a lo sumo entornadas, tantas puertas?... parece que nuestra influencia debe detenerse en la superficie."\nVirginia Woolf pasa revista a la vana pomposidad de que muchas veces se reviste el excluyente mundo masculino, evoca la obra de mujeres que ya han iniciado la lucha en su país, se dirige a las de su contorno inmediato para instarlas a que abran de par en par las puertas entornadas.\nNi hombres ni mujeres pudieron impedir la guerra que precipitó el fin de Virginia Woolf. Queda de ella este intento, este testimonio de valentia y de hondo conocimiento de su mundo.